Felipe Benjumea Llorente
DISCURSOS Y PONENCIAS,  ECONOMÍA,  HIDRÓGENO

Mi opinión sobre el borrador de la Hoja de Ruta del Hidrógeno Renovable en España

Como he publicado anteriormente, he tenido la oportunidad de contribuir a la consulta pública para la Hoja de Ruta del Hidrógeno Renovable y a la de la Estrategia de Almacenamiento, ambas lanzadas por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico del Gobierno de España. Y sigo muy de cerca los borradores que se publican.

Estos documentos (y en particular la Hoja de Ruta) suponen un gran salto cualitativo en cuanto a la estrategia de nuestro país para el hidrógeno renovable. Se habla de instalar hasta 150 estaciones de servicio de hidrógeno para el año 2030, que alimentarán hasta 200 autobuses y 7.500 vehículos ligeros y pesados de pila de combustible. Y se habla de instalar hasta 4 GW de electrolizadores y de impulsar el hidrógeno renovable hasta alcanzar cuotas del 25% en su uso industrial, también para la próxima década.

Todo ello, alineado con la visión que se tiene de nuestro país: un gran productor de hidrógeno renovable, tanto para autoconsumo como para exportación, y un “hub” principal de este gas, tanto para la entrada desde el norte de África como para la salida al norte de Europa, que tendrá que importar este combustible limpio.

Sin embargo, sin desmerecer todo ello ni la oportunidad que esto supone para España, echo de menos en esas 72 páginas de borrador de Hoja de Ruta del Hidrógeno renovable una parte fundamental: el desarrollo tecnológico, es decir, el posicionamiento de España como desarrollador de equipos, de proyectos y de conocimiento entorno a este nuevo vector energético.

Y la realidad es que nuestro país ha sido pionero en este terreno. En la década de los 90 del pasado siglo (¡hace ya más de 20 años!) en San Agustín de Guadalix, en la Comunidad de Madrid, se probaban pilas de combustible de alta temperatura para cogeneración de cientos de kilovatios. En Huelva ya se integraba la producción limpia de hidrógeno con electrólisis y fotovoltaica con las pilas de combustible. En Madrid y Sevilla se trabajaba en el reformado de biogás y bioetanol. Y se empezaban a mover las agrupaciones empresariales del sector.

España es líder en la publicación de documentos y artículos científicos relacionados con el hidrógeno y las pilas de combustible (producimos más del 3% de nivel mundial, cuando nuestro PIB es del 1’3%) y nuestros centros de investigación están muy bien representados en Hydrogen Europe. Las escuelas y facultades universitarias educan en hidrógeno y en la integración de este vector con los sectores del transporte, energético, residencial e industrial. Nuestras empresas exportan equipos y tecnología de producción y almacenamiento de hidrógeno a países de Europa, América y Asia.

En definitiva, creo que el actual borrador de la Hoja de Ruta se queda algo corto en cuanto a objetivos de desarrollo y promoción de la tecnología propia. Está muy bien que nuestro país se convierta (¡por fin!) en un exportador de combustible limpio, pero creo que puede jugar un papel importante y fundamental en el ámbito tecnológico e industrial.

Este papel, además, está alineado con los objetivos de la Agenda 2030, dado que hablamos de crear puestos de trabajo estables y de valor, de promover negocios y empresas sostenibles a largo plazo y de aumentar la educación y el conocimiento en áreas fundamentales de desarrollo.

Espero que, en breve, actuaciones como los IPCEI (Important Project of Common European Interest o Proyectos Importantes de Interés Común Europeo, en español) contribuyan a la promoción de iniciativas en el desarrollo de toda la cadena de valor del hidrógeno verde, sin olvidar la importancia del desarrollo industrial de tecnología.