HIDRÓGENO,  Producción

El uso del agua en la electrólisis

Cada vez están surgiendo más voces en defensa del hidrógeno verde como alternativa a los combustibles no renovables, con el objetivo de seguir avanzando en los objetivos de descarbonización. Sin embargo, en el actual contexto de impulso a esta opción energética verde, tampoco han faltado las advertencias de quienes albergan el temor de que una apuesta decidida por el hidrógeno pueda, en un futuro, poner en jaque las reservas hídricas del planeta. Este temor no es real.

Para contextualizar, cabe recordar que el principal proceso para producir hidrógeno verde es la electrólisis. La electrólisis es el proceso por el cual una molécula de agua (H2O) se disocia en sus dos componentes: oxígeno (O2) e hidrógeno (H2). Esto se consigue aplicando corriente eléctrica continua a una determinada masa de agua.

Idealmente, con este proceso se requerirían unos 9 kilogramos de agua para producir un kilogramo de hidrógeno. Esta cantidad de agua sería la misma que se produciría después, cuando el hidrógeno se emplease, por ejemplo, en una pila de combustible, para producir calor y electricidad. Así, podríamos decir que la cantidad de agua que se emplea en la producción de hidrógeno sería equivalente a la que se produce después, al utilizarlo. Bajo esta perspectiva, si la producción y el uso de este hidrógeno tuviesen lugar en la misma localización, el gasto o uso neto de agua sería cero.

No obstante, ha de tenerse en cuenta que el ‘stack’ – conjunto de placas en el que se desarrolla la electrólisis – necesita agua pura para funcionar y que este agua, también llamada agua desionizada, se obtiene mediante filtros que ‘rechazan’ el agua menos pura sacándola del sistema.

En función de la calidad del agua que entre en el sistema -no es igual el agua de un pantano que la de un río o la que circula por la red de agua potable-, esa cantidad ‘rechazada’ variará. Y, aunque se realice el máximo esfuerzo por intentar recuperarla, es inevitable que una pequeña parte se pierda. En realidad acaba regresando a la naturaleza o teniendo una segunda vida al ser reutilizada en otra actividad, como puede ser el regadío o el baño.

Por tanto, no se debe confundir la cantidad de agua ‘rechazada’ con el ‘consumo real’ de agua que se realiza para producir hidrógeno. Tampoco se debe ver a la industria del hidrógeno como un potencial riesgo para las reservas hídricas de ningún país.

Y es que la cantidad de agua necesaria para alimentar los 4 GW contemplados para 2030 en la Hoja de Ruta del Hidrógeno española equivaldría a menos del 0’5% de las pérdidas anuales que registra la red de abastecimiento de agua potable española.

La eficiencia está más que demostrada: con un metro cúbico de agua se produce hidrógeno suficiente para que un automóvil propulsado por este combustible circule todo un año. La luz que aportan los datos sirve para disipar cualquier duda sobre el futuro de este combustible limpio.