ECONOMÍA,  HIDRÓGENO

La Economía del Hidrógeno

Para buscar la primera vez que se menciona el concepto de “Economía del Hidrógeno”, hemos de remontarnos a la década de los 70 del pasado siglo; en 1972, este término aparece por primera vez acuñado en un artículo, y en 1974 se produce lo que sería (informalmente) la primera reunión de la futura “International Association for Hydrogen Energy (IAHE)”. Liderada por el profesor de la Universidad de Miami Nejat Veziroglu, esta asociación fue el germen de muchas otras, y la primera promotora y divulgadora del concepto “Economía del Hidrógeno”.

En los setenta, este concepto se mostraba como contraposición a una economía basada en los combustibles fósiles; ¿y si fuésemos capaces de producir nuestro propio combustible, el hidrógeno, y con éste abastecer las necesidades del transporte, los hogares y la industria?… Todo ello sucede a la vez que el hidrógeno y las pilas de combustible han recibido un gran impulso tecnológico en la carrera espacial, y en plena crisis del petróleo. Sin embargo, esta crisis acaba pasando, y el concepto de “Economía del Hidrógeno” queda aparcado temporalmente.

Hay que esperar más de veinte años para ver una nueva “oleada de interés”; a principios del siglo XXI, y al calor del crecimiento de las energías renovables, la idea de producir hidrógeno con éstas y emplearlo como combustible alternativo se retoma. A diferencia de la primera oleada, esta vez el interés viene no sólo de EEUU; sino también de Europa, lo que dota al movimiento de mayor consistencia. No obstante, la crisis financiera y económica de 2007 y 2008 acaba de nuevo con la transición.

Hemos de esperar a finales de 2019 para una nueva oleada de interés; en 2015, Naciones Unidas publica su Agenda 2030, con los 17 objetivos de desarrollo sostenible (ODS), recordando la necesidad de una “sostenibilidad para todos”; en diciembre de 2019, en la COP 25 (celebrada en Madrid), la Unión Europea anuncia su Green Deal: un objetivo de plena descarbonización de todos los sectores para 2050. Muchas otras geografías se apuntan a esta iniciativa, desde Chile hasta China, pasando por California. La revolución ha empezado…

La única herramienta que permite esta descarbonización (plena, de todos los sectores) es el hidrógeno renovable; hidrógeno producido mediante energías renovables (solar, eólica…) y electrólisis del agua; hidrógeno que permita almacenar y gestionar las EERR; hidrógeno que valga como combustible para los “sectores de difícil electrificación” (transporte pesado, industria…)

Ello hace que, de inmediato, la Unión Europea plantease (en julio de 2020) una “Estrategia Europea del Hidrógeno”. En la actualidad, cerca de 30 geografías y países han presentado en el mundo una “estrategia de hidrógeno”… y las que quedan.

Pero es que, además, la reciente guerra en Ucrania nos ha demostrado que el paradigma anterior, basado en la importación (y dependencia) de los combustibles fósiles no es sostenible; es necesario migrar a un esquema energético basado en los recursos locales, como es el binomio energía renovable – hidrógeno.

Hay que hacer notar que, además, esta posibilidad de producir hidrógeno localmente puede ser una gran oportunidad para países sin recursos fósiles, o en vías de desarrollo; países que pueden desarrollar su economía local, aumentando el empleo y mejorando la balanza de pagos. Así, por ejemplo, más de 40 GW de electrolizadores en proyectos por más de 30.000 millones de euros se han planteado hasta el momento en el continente africano, destacando, por ejemplo, los acuerdos de la UE con Egipto o Namibia.

En definitiva, no estamos ahora ante la primera vez que se habla de la posibilidad de implantar una “Economía del Hidrógeno”, sino más bien ante la tercera. Dicho esto, esta vez es la definitiva, por varios motivos:

  • Por una madurez tecnológica, a la que hemos llegado tras décadas de desarrollo industrial
  • Por la necesidad de descarbonizar todos los sectores (transporte, industria, residencial, energía…)
  • Por garantizar la seguridad del suministro energético
  • Por tratarse, esta vez, de un movimiento a nivel global (no solo en EEUU o en Europa)
  • Y por los elevados precios de los combustibles fósiles, que hacen más inviable aún el modelo actual

Vivimos un momento excitante; un momento de cambio que es una oportunidad para las empresas y para los países. Tenemos la oportunidad de ser parte de ese cambio, de esa transición hacia un modelo más justo y sostenible.